26 de Octubre 2025

Chile y el Mar: Una Ruta Estratégica para el Siglo XXI

Por Kenneth Pugh Olavarría, Senador de la República y Vicealmirante (r) de la Armada de Chile.

Chile es un país singular, somos una nación tricontinental, su forma longitudinal nos hace inconfundibles, y más aún por sus dos columnas vertebrales que lo recorren de Arica a Punta Arenas; por un lado la imponente Cordillera de Los Andes, rica en recursos minerales y un muro natural que resguarda a nuestro territorio; y por el otro lado, el mar: 6.435 km de costa en línea recta, más de 83.000 km de línea de la costa real, y si consideramos la Zona Económica Exclusiva, de 3.681.982 km2, que es más de 4 veces la superficie continental, convirtiéndonos en uno de los países con mayor patrimonio marítimo del mundo, donde podemos ejercer plena soberanía, que nos protege, nos alimenta con su riqueza, y nos conecta al mundo por medio del Océano Pacífico. 

Y Océano Pacífico nos ha conectado desde tiempos inmemoriales, y desde que tenemos registro, ha sido nuestra conexión al mundo, a la tecnología y al comercio. Fue Bernardo O'Higgins quien en 1811 decretó la libertad de comercio, abriendo los puertos y convirtiendo a Valparaíso durante el siglo XIX en un puerto cosmopolita con gran afluencia de inmigrantes ingleses, alemanes, franceses e italianos que influyeron con fuerza en la cultura local. Y no olvidemos las comunicaciones digitales, con la conexión del telégrafo vía cables submarinos desde Chile a Europa en el Siglo XIX, y hoy conectados al mundo por medio de los cables de fibra óptica. Todo esto gracias a “ese mar que tranquilo nos baña y que promete un futuro esplendor”, tal como lo dice nuestro himno nacional.

Es por eso que nuestra historia, economía y proyección futura están indisolublemente ligadas al mar. Y cuando analizamos el futuro estratégico de Chile, debemos poner la lupa sobre la relación con nuestro espacio marítimo y, más en el centro de esta, sobre la capacidad y modernización de nuestros puertos. Es por eso que se enciende la alarma cuando el informe de la Cámara Marítima y Portuaria de Chile 2023 indica que los puertos chilenos operan con una capacidad utilizada de entre el 70 y el 75%, y se proyecta que al 2035 alcanzarán su límite máximo. Esta no es una simple estadística económica; es un dato geopolítico de primera importancia. Es el equivalente a tener una autopista vital para el país a punto de saturarse, limitando nuestro crecimiento, nuestra competitividad y nuestra seguridad.

Como marino y senador, comprendo que la seguridad no es solo la defensa de la soberanía. La seguridad integral de un país marítimo como el nuestro incluye la seguridad económica, logística y ambiental, para permitir el desarrollo. Nuestros puertos son los eslabones críticos en esta cadena, y un puerto congestionado es un puerto vulnerable, que encarece los productos chilenos, ralentiza nuestra capacidad de respuesta ante emergencias y dificulta el despliegue eficiente de nuestras capacidades navales en apoyo al desarrollo nacional.

Los datos son elocuentes. Si nuestra capacidad portuaria se estanca, estancaremos también nuestro potencial de crecimiento económico. Chile realiza más del 95% de su comercio exterior por vía marítima. Cada día que un barco espera fuera de un puerto por falta de muelle o grúas, es dinero que se resta a nuestros exportadores, competitividad que perdemos frente a Perú o Colombia, y empleos que no se crean. En un mundo globalizado, la eficiencia logística es un arma de competitividad masiva, y hoy estamos en riesgo de quedar rezagados.

¿Cuál es entonces la ruta estratégica que debemos seguir?

Es primordial la inversión pública-privada con visión de Estado. No se trata solo de construir más metros de muelle, sino de desarrollar puertos inteligentes. Debemos impulsar una modernización que incorpore automatización, digitalización de trámites, interoperabilidad y energías limpias. La descarbonización de la logística portuaria no es sólo una bandera ambiental; es una exigencia de los mercados internacionales y una oportunidad de eficiencia. 

También se requiere, integrar nuestra costa de manera sinérgica. No podemos tener puertos compitiendo de forma desarticulada. Desde Arica a Punta Arenas, necesitamos una red portuaria nacional que funcione como un sistema. Esto implica definir roles, especializaciones y una conectividad terrestre robusta -ferrocarriles, carreteras- que vincule eficazmente los puertos con los centros de producción y consumo.

Y por supuesto fortalecer la soberanía desde la prosperidad. Un puerto eficiente y moderno es un faro de desarrollo para su región y para el país. Atrae inversión, genera capacidades tecnológicas y, no menos importante, es un nodo donde la presencia del Estado, a través de la Armada en labores de vigilancia y control, se hace tangible. 

 

El mar es el gran activo y la billetera de Chile. No podemos darnos el lujo de mirarlo solo como un paisaje. La urgencia de mejorar nuestras capacidades portuarias es un llamado a la acción. El futuro de Chile se juega, en gran medida, en la línea de costa, la interfaz con la mejor ruta global, por lo que el compromiso de la política, el mundo académico, el privado y el público, debe asegurarse de que nuestros puertos estén a la altura de ese destino.

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